miércoles, 2 de mayo de 2018

Las tribulaciones de un español de la primera mitad del siglo XX en la España del siglo XXI. Reflexiones biológicas y morales (2/2)

SEGUNDA PARTE (¿Siempre son malas, según Miguel de Cervantes?):

Como decíamos ayer (frase de fray Luis de León, de la que se apropió Unamuno al volver a la Universidad de Salamanca, tras caer la Dictadura de Primo de Rivera) o al menos lo queríamos decir, que los derechos de las mujeres en España (la mitad de su población) no eran plenos, ni mucho menos, sino raquíticos y mezquinos en cuanto a aquellos civiles, mercantiles y/o políticos de que gozaban los hombres. Derechos que no obtuvieron en la Primera República ni en la Segunda, excepto el de votar (sufragio activo) promovido por el centro derecha (no por la izquierda) siendo famoso el debate entre la liberal Clara Campoamor (que lo defendía) frente a la comunista Victoria Kent (que se oponía en nombre de su partido Radical Socialista); había miedo de que las mujeres, más religiosas se inclinaran hacia las derechas (como así fue en las elecciones de 1933) y se aprobó tal derecho a regañadientes del PSOE como partido (aunque algunos de sus diputados lo votaron).
Clara Campoamor y Victoria Kent: las dos mujeres que protagonizaron el gran debate sobre el voto femenino en España.
Clara Campoamor y Victoria Kent: las dos mujeres que protagonizaron
el gran debate sobre el voto femenino en España.
Ya los derechos que se podrían denominar como casi plenos llegarían en la ¿dictadura franquista? mediante sendas leyes de 1958 y 1961, promovidas por Pilar Primo de Rivera (sí, la Falange dio el paso que no dieron las izquierdas en los años de la República). En la primera de las leyes dichas (1958) se anuló todo tipo de discriminación por razón de sexo respecto a la capacidad jurídica de la mujer soltera que hasta entonces no podía abandonar el domicilio paterno antes de los 23 años si no era para casarse o meterse a monja en un convento, mientras que la ley de 1961 prohibió la discriminación laboral y MUY EXPRESAMENTE LA SALARIAL (actualmente aún parece que subsiste esa diferencia). Y en 1966 otra Ley (también abanderada por la falangista Pilar Primo de Rivera) posibilitó el acceso de las mujeres a las profesiones hasta entonces prohibidas por ser consideradas “históricamente” como masculinas: Jueces, Magistrados, Fiscales, Médicos Forenses, Notarios e, incluso, cargos medios o subalternos en la Administración de Justicia como era el caso de Agentes y Oficiales (oposiciones solo para varones). A partir de 1975 la “igualdad” fue total (profesionalmente) al tener acceso a las duras profesiones de bombero, militar, policía, guardia civil, etc.
De esta forma, al amparo de las ancestrales leyes, y concretamente del artículo 1880 de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, en nuestros primeros tiempos profesionales en un Juzgado de 1ª Instancia e Instrucción tuvimos la ocasión de ser testigos y de trabajar en procedimientos denominados “DEPÓSITO DE MUJER CASADA” que se iniciaban a petición de una mujer con tal condición que se querellaba contra el marido por AMANCEBAMIENTO (el marido no cometía adulterio, tipo penal que solo era para las mujeres) o pedía la separación de mesa y lecho, o la nulidad matrimonial, ante la Curia Eclesiástica. En ese expediente, tras el nombramiento de un depositario (un varón, con preferencia el padre o hermanos) de mutuo acuerdo entre los esposos o en caso contrario nombrado por el Juez, la mujer era autorizada a salir del domicilio conyugal, con su ropa y enseres más elementales y los hijos menores de tres años, por mientras durará el pleito principal. El depositario se convertía en su tutor y suplía las venias o autorizaciones necesarias para aquellas actividades que necesitaban de la intervención del marido.
Bueno, sin darnos cuenta, nos hemos metido en hablar de Historia del Derecho, que nosotros hemos vivido cuando era Derecho Positivo (ignoro si los actuales libros recogen y ponen de relieve estas discriminaciones) cuando lo que queríamos exponer eran nuestras reflexiones morales surgidas tras la sentencia de la Audiencia de Pamplona (caso “manada”). Las de tipo biológico, con más o menos acierto, ya las hemos dejado escritas, aunque solo con referencia a varones y hembras, a los que están dentro de la red de los llamados heterosexuales. Respecto al numeroso (e influyente) colectivo LGTBI (lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, transgénero e intersexuales) no me atrevo a decir ni una palabra, excepto que no entiendo el tema lo suficiente como para dar una mínima opinión respecto a si sus emergentes reivindicaciones (no humanas, pues todos los seres humanos somos iguales ante Dios y las leyes) de tipo sexual han podido influir en la degradación moral de la sociedad española ha venido experimentando durante las últimas décadas. Lo dejo para quien sepa más que yo (cosa fácil) y se quiera meter en tales berenjenales.
Tal vez se entiendan (y disculpen) esas reflexiones si se tiene en cuenta que en mi época de bachillerato “descubrí” (y se convirtieron en libro de cabecera) las CARTAS A LUCILIO (Epistulae morales ad Lucium) que los anglosajones denominan “Cartas de un Estoico”, escritas por Lucio Anneo Séneca, aquella que se inician siempre con la frase “Séneca suo Lucio salutem” (Séneca saluda a su Lucilio) y terminan con la palabra “Vale” (Adiós, en latín, como muy poca gente joven saben, pese a emplear abundantemente la palabra dicha) que me convirtieron en un estoico adolescente y que, al parecer, ha rebrotado (el estoicismo) en la ancianidad, como algunas cepas aparentemente muertas “reviven” en sus viejos sarmientos al ser injertados con savia nueva.
Veo con estupefacción algunas de las pancartas que se enarbolan en las manifestaciones contra los jueces de la sentencia condenatoria a los individuos de la “Manada” que dicen, escuetamente ¡NO, ES NO!, en una negación-afirmación expresa a cualquier presunto agresor que, parece ser, tiene interiorizado que si no existe una negativa rotunda, explicita y contundente, la mujer está consintiendo en ser acosada sexualmente. En ese punto se sitúa, a mi entender, la perversión moral a la que ha llegado la actual sociedad joven española que cree que “todo el monte es orégano” que puede recoger impunemente con solo alargar la mano, porque el “orégano femenino” se expone generosamente. Es totalmente lo opuesto a lo que se sentía y vivía entre los jóvenes de los años 50 y 60 del pasado siglo, en los que el NO de las mujeres venía implícito en la conducta y relaciones entre ambos sexos.
¿Cómo se ha llegado a esa inversión de valores? ¿Por qué los varones desatan sus instintos bestiales ante las mujeres? No me cabe la menor duda de que el principio se encuentra en la relajación (o desaparición) del respeto mutuo y el que cada uno debe tener para los actos propios… Hace años (unos 25) estando en un hamburguesería sita junto a los Juzgados de Granollers, en los que tenía un juicio (para “matar” el tiempo que faltaba para iniciarse) contemplé una escena insólita: Habían tres chicos jóvenes junto a la barra, consumiendo unos bocadillos; una chica penetró en el local y se fue hacia ellos (sin duda los conocía) y les dijo si podía estar en su compañía mientras ella tomaba algo… La respuesta de ellos fue tajante: Sí, si te pagas la consumición. Nosotros no vamos a invitarte… Ese exabrupto me dio a entender (en lo que me reafirmo) que el respeto del hombre por la mujer ¿debido a la aspiración de la igualdad de los sexos, propugnado por las feministas? había dado fin a la época en la que nosotros habíamos vivido y se iniciaba otra de deshibición, de todo está permitido mientras no esté expresamente prohibido (prohibición que no se cumple por las buenas, sino que debe imponerse a la fuerza) y así hemos llegado a unos aberrantes hechos en Pamplona, que no son aislados ni mucho menos, sino que abundan por toda la geografía patria pese a su escasa trascendencia mediática que en el navarro tiene el punto álgido por la oportunidad política (la izquierda no la desaprovecha nunca) de hacer daño al sistema judicial español. Dejo esta reflexión en manos de los eventuales lectores de estas líneas (si los hay) para que las complementen, las amplíen y/o las refuten, pues no todo debe ser apologéticos “me gusta”.
Debido a que der alguna forma me he desnudado interiormente al escribir esta croniquilla añadiré, por si a alguien le interesa conocer algo más de este “viejecito” que ha sido testigo del paso de una España moral a otra inmoral, como lo fue al hacer el servicio militar en el África Occidental Española del ocaso del colonialismo español formando parte de los restos de aquel ejército que había dominado el mundo, sembrándolo de cadáveres iberos en los más remotos rincones del planeta, que al igual que el excelente escritor navarro Rafael García Serrano (borrado de la historia literaria por la cerril izquierda, al igual que al catalán Ignacio Agustí) se llevó “UN DICCIONARIO PARA UN MACUTO”, nosotros nos llevamos a Sidi Ifni (en el macuto que nos dieron) las Epístolas Morales, de Cicerón, y un pequeño “catecismo” titulado EL CRITERIO, escrito por el catalán Jaime Balmes, que son las que han conformado mi filosofía de vida, mi forma de ser y actuar. De las Cartas (124) me quedé con el eclecticismo filosófico, la forma de convertirte en un mejor estoico, la sublimiciación del pensamiento humano para alcanzar la virtud, bien supremo de los estoicos, la creencia en un único Dios, la voluntad bien diferenciada del entendimiento, la insistencia en el carácter pecador del hombre (y de la mujer, como se diría ahora), la oposición a la esclavitud y la afirmación de la plena igualdad de todos los seres humanos. De Jaime Balmes, el jesuita catalán que pese a su adscripción religiosa, no nacionalista y que escribía en castellano pese a ser oriundo de Vic, hoy feudo del separatismo, me parece que todavía tiene calle en Barcelona, tal vez porque lo leí a muy temprana edad (13-14 años) han tutelado mi comportamiento dos ideas suyas que considero fundamentales para que el ser humano se dote de “sentido común” y lo ejerza sin remilgos: De un lado, entender qué es lo necesario y qué es lo contingente, qué es lo importante y qué no lo es, para abrazar siempre lo sustantivo por encima de lo secundario; su segunda lección (entre las muchas que tiene el libro) y que asimile, consiste en “el pensar bien” que reside en conocer la verdad o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella ya que la verdad es la realidad de las cosas. Si un objeto lo examinamos solo por uno de sus lados tendremos una verdad relativa. Solo cuando le demos las vueltas necesarias para contemplarlo en todas sus caras y ángulos podremos decir que conocemos “la verdad” de dicho objeto.
Me parece que el rollo de la segunda parte que quiere formar parte de un todo con la primera parte (parodiando al Groucho Marx) es lo suficientemente infumable como para ir directamente a la papelera sin reciclaje.
Y me guardo en el tintero mi indignación por la utilización torticeramente política de los hechos cometidos por la “Manada”, en detrimento de otros del mismo signo inmoral que se están dando en España (los que más y mejor conozco son los dos de Alicante, en los que los agresores son argelinos) y de los que nadie habla ni se manifiesta. Y de la enorme INCULTURA JURÍDICA de la mayoría de quienes opinan y/o vociferan por las calles.. Por no hablar de lo que al respecto se dice, comenta y fomenta en el mundo musulmán: Lo último la manifestación de un jefazo en Cachemira tildando de asunto “menor” la violación y asesinato de una niña de trece años.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por sus comentarios.