jueves, 8 de marzo de 2018

El primer soldado muerto en la Guerra de Ifni

Antonio Herrero y M. Jorques el 03/03/2018 en Alicante.
Antonio Herrero y M. Jorques el 03/03/2018 en Alicante.
Este macabro "honor" le correspondió al artillero de 2ª JOSÉ RICO CASTELAO, encuadrado en el Grupo de Artillería a Lomo del África Occidental Española (A.O.E.) de guarnición en Sidi Ifni, que nacido el 10 de Enero de 1935 en el gallego pueblo de Puebla Burón (Lugo) e incorporado al Ejército en Marzo de 1957 tuvo su destino que la madrugada del 22 al 23 de Noviembre le tocara guardia en "la peor garita" del territorio, aquella enclavada a la puerta del polvorín que los rebeldes marroquíes del ELN intentaron volar para facilitar la irrupción de un fuerte contingente de sus compañeros en la ciudad y, en el caos, asesinar a los jefes y oficiales en sus domicilios y obtener el levantamiento de la población civil. Alevosamente dispararon sobre José el comando encargado de la voladura del depósito de municiones, que prácticamente no tuvo tiempo para defenderse pero si a repeler la agresión pese ha hallarse mortalmente herido. El refuerzo militar que aquella noche se había establecido con varios paracaidistas y policías consiguió desbaratar el intento (hubo varios heridos), poner en fuga a los moros, mientras que el grueso de los invasores que ya se dirigía hacia el interior de la ciudad fue detenido por soldados del II Tabor del Grupo de Tiradores en un intenso intercambio de disparos que terminó con varios muertos, heridos y prisioneros de los agresores.
De José Rico solo quedó el rastro de haber sido el primer muerto en combate de aquella extraña guerra, su filiación que nos dice era soltero, que sabía leer y escribir, su oficio de labrador, que medía 1,70 metros de estatura y pesaba 70 kilogramos, que al fallecer se le reconocieron siete meses y veintisiete días de servicios válidos y que había prestado juramento de fidelidad a la bandera el 30 de Mayo de 1957. Esos datos unidos a la descripción de las prendas que se le facilitaron al incorporarse como recluta al Grupo de Artillería (un pantalón de deporte, cubiertos, "rombos", bolsa de aseo, 2 camisas, 2 calzoncillos, un gorro garbanzo, una sahariana kaki de algodón, un pantalón id.., 3 pares de calcetines, 3 pañuelos, 2 toallas y unos borceguíes) y el dolor de sus familiares y compañeros es, repetimos, cuanto ese modesto soldado de leva obligatoria hubiera dejado como recuerdo de su paso por ese mundo, si no fuera por el empeño que el periodista tinerfeño ANTONIO HERRERO ANDREU puso para que se dignificara a ese primer caído en la última guerra colonial de España.
Antonio Herrero que a su buen hacer periodístico en diarios canarios y en el Faro de Ceuta, donde son frecuentes topar con sus colaboraciones que le llevaron en el pasado a diversos premios por su labor (Ejercito de Tierra, de Aire y Armada, así como el Virgen del Pilar de la Guardia Civil) ha batallado incansablemente ante toda clase de organismos civiles y castrenses hasta conseguir que en la Base "General Morillo", de Pontevedra se impusiera a una de sus vías interiores el nombre de calle del Soldado Rico Castelao y fuera inaugurada solemnemente el día 26 de Noviembre de 2015, bajo la presidencia del general jefe de la Base, Don Luis Cebrián Carbonell, con un Piquete de Honores compuesto de un sargento primero, un corneta, un cabo y seis soldados, junto con la Banda de la BRILAT; leyéndose el hecho de armas en el que murió José Rico, se descubrió la placa con su nombre, se entonó "La muerte no es el final" así como una oración por el "pater" y hubo descarga de salvas de los fusiles del Piquete.
Antonio y Celsa, ante la paella del restaurante
"Mi Casa" de Alicante
No se nos ocurrió otro tipo de homenaje al periodista Antonio Herrero que el de compartir una suculenta paella aprovechando la extensa charla sostenida entre nosotros a propósito de la Guerra de Ifni (de la que es uno de los mejores expertos nacionales) al estar pasando unos días en Benidorm con su esposa Celsa.
Honor por tanto para este esforzado compañero que ostenta el título de Caballero Legionario Paracaidista de Honor y que ha hecho de la reivindicación de la memoria de los soldados que intervinieron en aquella contienda una cuestión de amor propio ante lo que considera una dejadez, un olvido imperdonable de las autoridades que han dirigido a España a lo largo de estos últimos sesenta años.